RENACE EL VERDE

jueves, 9 de septiembre de 2010

Adictos en red

Teléfonos y computadoras portátiles permiten la conexión constante. Los especialistas hablan de “crackberry”. La voz de los usuarios.
El “bip”, “tweet”, o cuanto sonido onomatopéyico te imagines sale del minimalista aparatito que tu compañero de tareas tiene en su mano -como extensión de su alma-, mientras exponen su trabajo frente a los jefes. Porque: ¡ojo!, ni siquiera en su bolsillo lo deja (no sea cosa que no se dé cuenta y quede incomunicado por una milésima de segundo). Con tu mejor gesto de “poker face” lo mirás, dándole a entender que lo deje, porque la exposición laboral es “ahora”.

Pero la indirecta no surte efecto, y no acusa recibo.

Pide permiso para ir al baño para seguir hiperconectado al twitter, al face, al messenger; y cuanto nombrecito pegadizo designe a una red social con el movimiento a velocidad luz de sus dedos. Cuando vuelve a la reunión ya no queda ni uno de los cinco jefes que aprobarían -o no- el proyecto laboral que hicimos juntos. “¿Qué pasó?, ¿les pintó, no? Seguro nos aprueban”, lanza desde su nube tecno-volátil.

Lo mirás y contestás: “¿sos conciente del cambio que tenés que hacer con tu celular?”. “Sí, ya sé”, contesta. “¿No da, no? Mañana mismo lo cambio por ese que vimos ayer, con más chiches, que me va a permitir navegar más rápido. Un embole, en plena reunión tres horas para poder contestar”. ¿Te resulta familiar?

Ese sexy chiquitín

Mejor que un caramelo por el deleite que implica para muchos. Más impactante que el 3D, y seguro que más cambiante que el clima. Los sexies chiquitines tecnológicos pululan por las vidrieras y seducen con sus posibilidades, formatos, y aplicaciones a los usuarios. Pero para no demonizarlos, sino saber cuándo pasamos el charco de lo “normal” es bueno que los profesionales opinen.

El disparador para ponernos testear qué pasa en Mendoza con esta ‘fiebre de internautas’ surgió de una cita textual que se publicó en Clarín: “psicólogos, psiquiatras y especialistas en trastornos de ansiedad empiezan a advertirlo con insistencia: hiperconexión es sinónimo de hiperdepresión. Cada vez más conectados pero cada vez más solos y alejados del cuerpo, las emociones y las escenas cotidianas reales. La ‘patología’ crece y ya tiene nombre: crackberry”.

¿Será entonces que el aparatito que tenés entre tus manos esconde el numerito 666 detrás?

Bajemos los decibeles y veamos qué opina el psiquiatra mendocino Federico del Barrio: “Este aumento de posibilidades de comunicación genera en el individuo una exigencia; porque si se comunican con él, el sujeto siente que está obligado a contestar con la misma inmediatez que supone este tipo de vínculo”.

¿Pero en qué etapa esta interconexión segundo a segundo implica más peligro? Los jóvenes, según el especialista, son los más vulnerables. “Evidentemente dificulta la concentración. Porque es visible que mientras estudian o trabajan, por ejemplo, están con el celular -y hasta la pc-, invadidos desde varios frentes, en un momento en que deberían estar concentrados en otra cosa. Entonces se sienten exigidos a contestar en ese mismo instante”.

¿De dónde viene esa exigencia a contestar, como si la vida dependiera de ello? De un sistema que requiere instantaneidad, a diferencia de la vieja carta o misiva. “Lo que está en juego es la inmediatez del intercambio comunicativo”, puntualiza el psiquiatra.

¡Enfocate y disfrutá!

“Es un centro de ansiedad muy grande porque alguien que tiene que estar concentrado en dos sitios a la vez, está pasado de ansiedad y su atención se diluye”, opina Yamila; una joven de 16 años, estudiante de una escuela secundaria de Godoy Cruz, que aunque parezca mentira no posee messenger, facebook, ni twitter.

Parás, seguís, mandás un mensaje y estás a la espera del otro. Sin embargo, una cosa es cuando una persona madura tiene este comportamiento; y otra diferente cuando esto sucede en la adolescencia. Federico del Barrio lo destaca como punto focal: “Esta hiperactividad genera un desgaste en una edad en la que el cerebro aún está en desarrollo. Estar en varios lados al mismo tiempo, de una manera convulsiva, les genera mucha ansiedad”.

Es cierto: se abren canales maravillosos y se amplían las posibilidades cognitivas, pero cómo saber cuando se cruza el límite para que no se convierta en nocivo, y porqué ese pequeño instrumento, si lo usás en exceso, se vuelve emergente de una ansiedad personal intensa.

La sobreexigencia genera ansiedad, y el abuso la retroalmeinta. “Cuando se me corta internet me vuelvo loco. Me siento vacío y desconectado del mundo, inseguro y ansioso; incluso me siento solo”, cuenta Marcos, 25 años, barman de un pub céntrico.

Caer en el estéril exceso de usar todas las cualidades que ofrecen los celulares, y la interconexión con el mundo, como algo malo y devastador es simplista y torpe. Las maravillas que se ofrecen son ilimitadas. El tema es reconocer el límite para disfrutar sin enfermarse.

¿Adicto yo...?

Según del Barrio “la ansiedad a largo plazo va generando muchos trastornos. Ya sean somáticos, o no: pueden derivar, o ir acompañados con el tiempo, de otros síntomas que tienen que ver con la ansiedad; ya sea por medio de ataques de pánico, fobias o depresiones. Eso pasa con la ansiedad, o el estrés, sostenidos en el tiempo”.

¿Cuáles son los síntomas que permiten darnos cuenta si ya derrapamos? Cuando ocurren cambios: adelgazar mucho, problemas para dormir en la noche, o la imposibilidad de continuar los hábitos fisiológicos normales (dormir y comer). Entonces estamos en la presencia de una dificultad. Analía de la Llana - adelallana@losandes.com.ar

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